Por si no hubiera suficiente que criticar de la Convención Republicana, Mike Pompeo, Secretario de Estado, desde Jerusalem, of all places, ofreció un discurso de apoyo a Donald J. Trump, quien busca la reelección.
El discurso, la acción, es pésima, porque no es adecuado el contexto, cuya legalidad es discutible, pero reprobable en términos de la legitimidad del cuerpo diplomático, de sus tareas y de la propia diplomacia.
El lugar fue cuidadosamente escogido, no fue que de casualidad ese día Pompeo iba a estar en esa ciudad. Fue expresamente ese día para hablar desde, según sus palabras: "The president too moved the U.S. embassy to this very city of God, Jerusalem, the rightful capital of the Jewish homeland, and just two weeks ago, the president brokered a historic peace deal between Israel and the United Arab Emirates."
Por supuesto, dentro de su pieza oratoria, le dedicó unas palabras llenas de agresividad a China y de alabanza a su jefe: "In China, he’s pulled back the curtain on the predatory aggression of the Chinese Communist Party. The president has held China accountable for covering up the China virus and allowing it to spread death and economic destruction in America and around the world, and he will not rest until justice is done. He has ensured that the Chinese Community Party’s spies posing as diplomats in America are jailed or sent back to China and he has ended the ridiculously unfair trade arrangement with China that punched a hole in our economy. Those jobs, those jobs are coming back home."
No hay nada nuevo en las palabras de Pompeo. Son una síntesis de lo que dijeron en campaña y de lo que han hecho estos años desde la Casa Blanca.
No hay ningún misterio por desentrañar.
Soy de las personas que consideran , es lo realizado en ciencias sociales, que todas las personas tienen patrones de conducta, los cuales pueden ser entendidos y hasta cierto punto previstos. Enfatizo: hasta cierto punto.
En ese sentido, Trump no está "loco". En todo caso, también los "locos" tienen patrones de conducta. Su patrón es muy sencillo: es lo que en teoría de juegos se llama el juego de la gallina, él es el peleonero de la favela, el que asusta a todos para obtener lo que quiere. Prefiere no ensuciarse la manos, siempre y cuando la contraparte se asuste y ceda, lo que generalmente pasa.
En Estados Unidos, dar click en el título, en tiempos de Richard M. Nixon, a esa conducta se le llamó la teoría del loco, cuando él trató de asustar a los vietnamitas del norte. El mensajero fue Henry Kissinger y el mensaje fue un rotundo fracaso: el rival no se amedentró.
Lo cual está pasando exactamente con China, aunque la escala del fracaso es mayor.
Tim Naftali recuperó esta parte de la historia que ahora vemos plasmada en un el libro cuyo título aparece arriba, al igual que la portada.
Leí la parte de China, la introducción la parte de China y el epílogo. Tal vez ya solamente lea el primer capítulo l.
Desde mi punto de vista le falta fuerza, asertividad al libro, pero es una herramienta excelente para entender a un "loco" más "prolífico" que Nixon.
No les cuento más, lean el artículo que le comparto en el título y el libro que les recomiendo.