El éxito de cierta literatura, para llamarla de alguna manera, sea presentada en forma escrita o de otra manera, reside en su predictibilidad: ayuda al receptor a escapar de su trajinar cotidiano. Como la vida es incierta, sobre todo porque no sabemos cuál va a ser el tipo de cambio o la tasa de interés, los medios y sus productos son los vehículos de escape sin incurrir en violaciones a la ley, como podría ser por el consumo de drogas o algo similar. No alienta a pensar. Va a pasar lo que se desea. ¡Qué alivio! El morbo se convierte en el aliciente de la humanidad, al menos en la que se cree lo que ve o escucha en los medios. Ver a otros partirse su respectiva madre nos hace felices. Nos vemos en el recreo o a la salida es la única opción: son los malos-malos contra los buenos-buenos. No existen combinaciones complejas.
Todo esto viene a cuento por la situación en la Península Coreana.
Ahora no me ocupo de los aspectos teóricos, es domingo... Pero si de un par de elementos metodológicos.
El primero es el de la evidencia. Todo lo que se afirme tendría que estar apoyado en evidencia, datos duros. En este caso, la evidencia es contradictoria e insuficiente, pero no permite concluir en que habrá madrazos. Al menos no por ahora.
A continuación, preocuparía el de las intenciones: ¿El nieto Kim Jong-un, que por cierto Kim es un apellido coreano y no un nombre de estrella rubia de cine, realmente quiere la guerra? Habría que contemplar la posibilidad, sustentada por las conductas pasadas, de que la agresión retórica es una forma de negociación.
El problema, de fondo, es cómo resolver a largo plazo la situación de la península. Lo más fácil, heredado en gran medida de la administración de George Bush Jr., es la satanización del otro. El camarada Jong-un no es una perita en dulce, pero acorrralarlo no es la solución. Los supuestos para atacarlo son parcialmente verdaderos, el mapa de la luz no miente; sin embargo, la salida no es la adecuada. Como con Hitler, utilizar la locura o algo similar como explicación, suena más a justificación que a explicación. Sí, Corea del Norte está a oscuras, pero ¿acaso no es la ambición ecológica de moda y no apagamos las luces una vez al año para mostrar nuestro hipócrita apoyo a algo.
Iba a escribir sobre China y la península, ya lo haré después. Por ahora, estoy Riding with the King. Si andan en la dispersión dominical, vayan sin miramientos y directamente a Three O'Clock Blues.
¿A quién le importa Coreas u otra cosa?
¿A quién le importa Coreas u otra cosa?